Vivir en una sociedad sin justicia es vivir en una sociedad sin desarrollo. Es una condena constante para los ciudadanos, que cotidianamente se ven forzados a recurrir a medios de hecho, para resguardar su seguridad personal. La confianza que tenemos en el estado para ser un árbitro en nuestros conflictos, en casi todos los ámbitos, es nula. Hay retrasos en todos los procesos, se desarrollan dinámicas clientelares, y a menudo este es el poder del estado más influenciado por los caprichos y requerimientos de los otros dos. Por esto debemos hacer todo lo posible por rescatar la labor de nuestros jueces. Y esto empieza por ser vigilantes en los procesos de selección de los cargos más altos en el Organismo Judicial.
Si juntos logramos velar porque solo personas probas y con experiencia lleguen a ser magistrados, podríamos volver a confiar en nuestras cortes. Y ello se traduciría en más paz y desarrollo económico para el país y sus habitantes.