El populismo es una forma de dominación donde el líder carismático llega al poder por los votos de una democracia y luego logra una afinidad emocional directa con sectores amplios de la población y termina debilitando las instituciones, las libertades individuales, la República y la democracia.
Grandes autores que han escrito sobre el populismo, señalan que este fenómeno gira en torno a una palabra mágica: “pueblo”. Los populistas tienden a instrumentalizar el concepto pueblo, nación o gente para concentrar y centralizar el poder. Esto con el fin de destruir el orden institucional existente y construir un autoritarismo como es el caso de Venezuela y Cuba.
Cuando hablamos de populismo es importante entender que es un fenómeno que aglomera cualquier ideología. Es decir, podemos encontrar un populista tanto de izquierda o de derecha.
La clave para el populista es que exista descontento. Por otro lado, la democracia será también una herramienta muy importante para él. Esto es importante pues el populismo se dará en regímenes democráticos.
¿Por qué en la democracia? Primero, porque la democracia la utiliza para alcanzar el poder en una época de descontento. Por otro lado, porque le permite lograr su autoritarismo. Esto a través de argumentar que cuenta con la legitimidad a través de votos en las urnas.
Enrique Krauze historiador, ensayista, editor y empresario mexicano, ha dedicado gran parte de su carrera a estudiar el populismo. Krauze es autor de veinte libros algunos de los más destacdos: Siglo de caudillos, Biografía del poder, La presidencia imperial, La presencia del pasado, Redentores y El pueblo soy yo.
Krauze ha dedicado un esfuerzo muy atinado en encontrar y escribir 10 rasgos específicos del líder populista. A continuación el detalle de cada una de las características para poder identificar el populismo.
1. El populismo exalta al líder carismático.
Todo proyecto político está amarrado a un líder. Sin embargo, es imposible concebir el populismo sin la figura del hombre celestial que resolverá de una vez y para siempre los problemas que aquejan al pueblo.
El líder populista moviliza las masas con su carisma. Cree tener la autoridad de dictar que es correcto y cuál es la verdad.
2. El populista no sólo usa y abusa de la palabra: se apodera de ella.
La palabra es el vehículo de su carisma. El populista pretende demostrar que existe una sola verdad: la suya. Por esto, controla, hostiga y censura a los medios de comunicación. Para establecer su verdad recurre a una retórica demagógica.
“En los tiempos antiguos, cuando él demagogo era también general, la democracia se transformaba en tiranía; la mayoría de los antiguos tiranos fueron demagogos”.
Aristóteles
3. El populista fabrica la verdad
El líder carismático se presenta como el único capaz de interpretar el pensar y sentir del pueblo. Toma la interpretación y la establece como la verdad absoluta. Su discurso se transforma en la verdad oficial.
Como es natural, los populistas abominan la libertad de expresión. Por lo tanto, confunden la crítica con la enemistad militante. Por consiguiente, buscan desprestigiarla, controlarla y acallarla
4. El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos
El populista pretende disponer a su antojo de todos los recursos de su país sin responsabilidad alguna.
Los gastos públicos están a merced del líder. Por lo tanto, el erario es su patrimonio y lo puede utilizar para enriquecerse o invertirlo en proyectos que considere importantes o gloriosos, sin tomar en cuenta los costos.
El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. Esto es un desprecio por la institucionalidad económica, causando daño financiero al país y a su población. Lo que se ha traducido en que los países que sufren de estos regímenes populistas, tarden décadas en recuperar su economía.
5. El populista reparte directamente la riqueza
“¡Ustedes tienen el deber de pedir!”
Exclamaba Evita Perón a sus beneficiarios.
Como el líder populista dice conocer al pueblo, sus problemas y necesidades, se atribuye la autoridad de disponer de los recursos públicos de manera discrecional. Es el quién decide cuánto y como se reparte.
Incluso puede ser él mismo quien realice la distribución. Por supuesto, el populista no reparte gratis: focaliza su ayuda y la cobra en obediencia. Esto con la intención de sobornar al pueblo.
6. El populista alienta el odio de clases
Los regímenes populistas se hacen más fuertes a medida que polarizan la sociedad.
Por esto el populista recurre a un discurso de odia contra diferentes sectores: adinerados, empresarios, la prensa, extranjeros o los diferentes.
El populista hostiga a los ricos, a menudo los acusan de ser “antinacionales”. El populista no busca por fuerza abolir el estado, si no someter a sus agentes y manipularlos a su favor. Atraen a los “empresarios patrióticos” que apoyan el régimen.
7. El populista moviliza permanentemente a los grupos sociales
El líder populista a través de su carisma, moviliza a la población para validarse como portavoz de la voluntad general. El populismo apela, organiza y enardece a las masas.
La plaza pública es el espacio para manipular la opinión de la ciudadanía, convirtiéndola en un rebaño dócil y sumiso. Esta plaza es un teatro donde aparece “Su Majestad El Pueblo” para demostrar su fuerza.
Es en la plaza en donde se produce el juicio público a los enemigos del pueblo y se anuncian medidas arbitrarias del líder.
8. El populismo recurre sistemáticamente al enemigo exterior
Cuando hay problemas para asegurar el mantenimiento del apoyo popular, el régimen se inventa enemigos.
Necesitado de señalar chivos expiatorios cada vez que fracasa, el régimen populista desvía la atención hacia el adversario de fuera.
La Argentina peronista reavivó las viejas pasiones antiestadounidenses y Chávez también llevó a cabo esta retórica.
Haciendo uso de la retórica nacionalista, el populista se refiere al “enemigo exterior”, que pueden ser instituciones, corporaciones, gobiernos o personajes extranjeros que según él, buscan derrocarlo.
9. El populismo desprecia las instituciones y el orden legal
Como desconfía de las leyes creadas por vía institucional, el líder secuestra los otros poderes del Estado. Por eso, una vez en el poder (como Chávez) el caudillo tiende a apoderarse del Congreso e inducir la “justicia directa”.
Por lo tanto, él populista manipula al Congreso y vuelve parciales los tribunales. Además, alienta al pueblo a tomar justicia en sus manos, con base a lo que el régimen define como “lo correcto”
10. El populismo mina, domina y, en último término, domestica o cancela las instituciones de la democracia liberal.
El populismo abomina los límites a su poder, los considera contrarios a la “voluntad popular”. Este líder busca por tanto, ampliar a toda costa el espacio para ejercer su poder.
Todo lo que se le oponga o busque controlarlo es contrario a la “voluntad popular”-entendido como los deseos del populista-.
Por lo tanto, el líder populista buscará mantenerse en el poder eternamente, a través de la cancelación de las instituciones democráticas.
Dos palabras clave en el populismo
El politólogo Eduardo Fernández ha destacado que en el ambiente para que surja un populista deben existir dos palabras clave: democracia y populismo. En opinión del autor, el populismo nace de la democracia y se desarrolla en la democracia.
Sin embargo para su sobrevivir necesita de algunas condiciones. En opinión de Fernández, la condición central es el descontento ciudadano, la desafección y la frustración de los individuos con el sistema político que rige sus vidas a diario.
Ese es el mejor caldo de cultivo para que un populista ascienda al poder y destruya, modificando radicalmente su ADN, el sistema político que le vio nacer.
Eduardo Fernández
Por lo tanto en palabras del autor, cuando exista un sistema democrático y amplio descontento en la sociedad, todo está servido para que surja el líder populista.
¿Por qué ponerle atención al fenómeno del populismo en Guatemala?
Hoy en día Guatemala comparte varias de las condiciones que se necesitan para que gobernantes populistas alcancen el poder: descontento, polarización social, desesperación por cambios e instituciones débiles.
Después de más de 30 años de democracia en Guatemala el descontento se ha generalizado y busca soluciones para una larga serie de problemas que son evidentes.
Esto sumado a que nuestras instituciones son débiles y fácilmente cooptables debería despertar las alertas a un problema que puede estar más cerca de lo que parece.